8/1/10

HISTORIA DE E. y de Z.

Este es el tercer año de Mediterránea en Abugida. Durante estos tres años, niños y niñas que conocimos con 4 o 5 años años han crecido y se han convertido en niños y niñas que ya acabaron el preescolar en Abugida y van a la escuela publica.
Entre estos niños y niñas siempre hay algunos que te  llaman mas la atencion que los demás, debido a diferentes causas.
Este es el caso de E.
E. tenia cuatro años cuando nosotros empezamos en Abugida. E. era una niña que llamaba la atención por su sonrisa permanente y sus multiples trencitas super bien peinadas, como recién hechas.
Después de una reunión con las familias, nos quedamos a hablar con un grupo de madres y abuelas de entre las mas necesitadas de la escuela.
Entre ellas llamaba la atención una mujer joven, muy delgada y con una cara muy triste. No habló nada en la reunión, pero cuando nos fuimos nos dijo que quería hablar con nosotros, que fuésemos con ella a su casa.
Z. resulto ser la madre de E. Vivía con su hija en un rincón del terreno de la casa familiar. Z. Tenia el virus del VIH, por lo que su familia la rechazaba y la tenia viviendo aparte.
Vivía en condiciones muy precarias, en una chabola construida con cartones y chapa.
No podía comer con la familia .
A E. la usaba el resto de la familia como criada, de esta manera E. podia acceder a  un plato de comida.
Cuando estábamos visitando a otra madre entro Z. en la casa. Venia con un libro de fotos.
Allí estaba su vida anterior, la vida que ella quería mostrarnos, lo que ella había sido.
Z. había sido modelo. Se había casado ( estaba espectacular en su foto de boda) y había tenido a E.
En el álbum habían fotos de su boda, de su vida como modelo, con su marido, de E. de pequeñita.
Pero el SIDA se cruzo en su vida, su marido murió de la enfermedad y ella fue contagiada.
Todo su mundo se vino abajo y tuvo que volver a Akaki con su familia porque no tenia donde ir.
La enfermedad iba avanzando implacablemente.
Un día cuando volvimos a Abugida nos enteramos de que Z. La madre de E. se había ido. Esa fue la versión oficial en su momento. E. quedo en la casa con su tía y con su abuela.
E. ya no era la misma, su mirada estaba triste . Ya no sonreía.
E. salio de Abugida el curso pasado . Forma parte del grupo de niños que van a la escuela estatal pero acuden a desayunar y a comer a Abugida.
En este ultimo viaje por una de aquellas casualidades de la vida nos encontramos con Z.
Tenía un aspecto sumamente demacrado. Su familia la había echado y ella había preferido dejar a E. en la casa para que pudiese seguir yendo a la escuela.
Z. trabajaba en un bar a 20 km de Addis Ababa. Le pagaban 10 birrs al mes (0.55 euros). Empleaba ese dinero en el transporte para ir a ver una vez al mes a su hija.
Estaba a punto de meterse en la prostitución por desesperación. Lloraba y lloraba mientras su hija la consolaba y la tranquilizaba.
Actualmente Z. trabaja en Abugida y vive con su hija. Esta feliz y ha engordado.
Y empieza a tener sueños: quiere ser maestra.
Z. es una gota de agua en el océano, una historia con final feliz por el momento, pero hay muchas madres como ella victimas de su destino, de su enfermedad, de su pobreza.
Madres que no pueden vivir con sus hijos, hijos que no pueden vivir con sus madres...victimas unas y otros, culpables solo de ser pobres, personas que como todas desean sobrevivir y prosperar, vivir sin miedos, sin hambre ni sufrimiento, poder imaginar la forma de mejorar la propia vida y disponer de los medios para hacerlo de manera autónoma.
Sin embargo, cada día 1200 millones de personas –una quinta parte de los habitantes del planeta– ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades básicas y mucho menos alcanzar sus sueños o aspiraciones.
O ni siquiera pueden vivir con sus hijos.